Engaño
El viaje hacia la casa de Miguel, porque así se llamaba el amigo de María, fue muy estresante y nervioso. Una hora se sentía como toda eternidad. No sabía exactamente a dónde íbamos, pero estaba tan cansado que aún no preguntaba. La única cosa que quería en ese momento fue el sueño, pero ese no llegaba. Sentaba en el asiento trasero en completo silencio mirando de vez en cuando a María. Tenía sombras oscuras bajo sus ojos y en su cara se podía ver preocupación. Poco a poco empezó a atardecer. Siempre me encantaba ese momento del día, pero sabiendo que Diego me quería muerto, no podía tranquilizarme. Después de una hora llegamos a una hacienda muy grande con la piscina y ventanas enormes. María y Miguel salieron del coche primeros dejándome atrás. Les miré mientras hablaban con algunos hombres enfrente de la puerta principal de la casa. Todos eran muy altos y musculosos. Parecían unas personas que podían matarte con una mano. Su conversación fue muy nervio...