Engaño

 El viaje hacia la casa de Miguel, porque así se llamaba el amigo de María, fue muy estresante y nervioso. Una hora se sentía como toda eternidad. No sabía exactamente a dónde íbamos, pero estaba tan cansado que aún no preguntaba. La única cosa que quería en ese momento fue el sueño, pero ese no llegaba. Sentaba en el asiento trasero en completo silencio mirando de vez en cuando a María. Tenía sombras oscuras bajo sus ojos y en su cara se podía ver preocupación.  Poco a poco empezó a atardecer. Siempre me encantaba ese momento del día, pero sabiendo que Diego me quería muerto, no podía tranquilizarme. 

 


 

Después de una hora llegamos a una hacienda muy grande con la piscina y ventanas enormes. María y Miguel salieron del coche primeros dejándome atrás. Les miré mientras hablaban con algunos hombres enfrente de la puerta principal de la casa. Todos eran muy altos y musculosos. Parecían unas personas que podían matarte con una mano. Su conversación fue muy nerviosa, todos discutieron agitando sus brazos. Les observé a distancia hasta que María hizo un gesto con su mano para que les siguiera. Lo hice.  



- ¿Estas listo? -  preguntó mientras íbamos al fondo de la casa. 

- ¿Listo para que? 

- Para venganza. - respondió con sonrisa.  

Otra vez me puse nervioso porque no quería ninguna venganza, sino recuperar mi vida. Sin embargo, decidí a no comentarlo.  

 - ¿Cuál es el plan? 

 -  Primero tienes que conocer a los chicos. Ponté comodo y después Miguel te introducirá a todo. - dijo evasivamente.  

Mientras íbamos, empecé a reflexionar sobre todo y cuanto más lo pensaba, algo me parecía raro. Ya no era tan seguro si podía confiar en ese tío.  No tenía tiempo para esperar y hacer amigos porque había tantas cosas que podrían salir mal. Me paré por un momento.  

- ¿Qué pasa? - preguntó María. Parecía muy inquieta. Me miraba mordiendo las uñas. Siempre lo hacía cuando era estresada.  

- No sé... - empecé.  -  ¿Conoces bien a esa gente?  

- No seas tonto, Juan. - dijo, pero su voz temblaba - Te dije que Miguel es un buen hombre.  

De repente, desde la bolsa de María sonó el timbre conocido y me di cuenta de que lo que escuchaba fue el sonido de mi móvil. Me congelé. No tenía mi teléfono desde la mañana porque la gente de Diego me lo robó. Miré a mi mejor amiga. Sus ojos se abrieron con el miedo y  en este momento ya sabía que me mintió y me tendieron una trampa.  


Fuente de los imágenes: google 


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